El capitalismo en Chile está experimentando una gran amenaza. Chile ha sido, durante mucho tiempo, el modelo para el capitalismo y el desarrollo económico en América del Sur, desde el derrocamiento de Salvador Allende en 1973, y la dictadura militar de Augusto Pinochet que se produjo como resultado. La economía de Chile creció robustamente durante el mandato del Presidente Pinochet, que terminó en 1990, cuando la democracia regresó al país. El período de control y el reinado de Pinochet seguirán siendo polémicos en los años venideros. El pisoteo de los derechos civiles y la represión de la oposición son vistos por muchos como una mancha en el desarrollo político moderno de Chile.
La economía de Chile en la década de 1970 se encontraba en serias dificultades y peligro. El PIB (Producto Interno Bruto) se redujo rápidamente. La inflación estuvo en una tasa anual de 1.000% y no había reservas de divisas en ningún lugar. La tasa de cambio distorsionó el mercado y se vio agravada por una política industrial de proteccionismo, que dejó a la economía en una situación desesperada. Las sanciones económicas impuestas por el presidente norteamericano Nixon, como resultado de la expropiación del gobierno chileno de 600 empresas, muchas de ellas de propiedad extranjera, llevaron a la economía a un punto muerto.
A mediados de 1975, el gobierno de Pinochet decidió que un retorno al capitalismo de libre mercado era la mejor manera de combatir la inflación y el colapso económico. El gobierno chileno devolvió los bienes confiscados y las empresas a sus dueños anteriores. Los salarios se redujeron y el gasto social se redujo sustancialmente. Aunque los negocios se recuperaron, también hubo un período de especulación que siguió. Esta época fue de gran beneficio para los conglomerados financieros y las corporaciones multinacionales extranjeras. La deuda externa también aumentó dramáticamente durante este período de tiempo, tuvo un aumento del 300% a partir de los años 1974-1988.
El crecimiento del PIB volvió pronto y la economía se expandió rápidamente con estas reformas basadas en el mercado. El esfuerzo capitalista, introducido por el gobierno, tuvo bastante éxito en la estabilización de la inflación, la privatización de empresas estatales y la liberalización económica. En 1985, una segunda ronda de reformas comenzó, que incluyó el aumento de la privatización, los aranceles y las revisiones monetarias.
En 1990, un voto nacional que se habían celebrado dos años antes, puso fin a la dictadura de Pinochet, pero la política económica de su gobierno continuaría con su sucesor Patricio Aylwin. Las reformas llevadas a cabo a partir de ese entonces, serían más políticas.
Fue durante estos años, cuando Chile se estaba convirtiendo en el corazón del capitalismo, que la privatización del sistema de pensiones nacional (seguridad social) se llevó a cabo. Si se mantenían a cabo, esto reduciría drásticamente los pasivos de la nación en los años próximos.
En la educación, el país promulgó un sistema de vales escolares. Esto llevó a los principios del libre mercado a formar parte de los movimientos de reformas.
Muchos economistas y financistas consideran a Chile como un milagro, durante las últimas décadas del siglo 20 y principios del siglo 21. En una generación entera, el país hizo la libertad económica y el mantenimiento de una sociedad civil las dos metas más importantes. En un país de sólo 17 millones de personas, se creó un PIB de cerca de $ 300 mil millones de dólares. Chile también fue capaz de reducir los índices de pobreza del 60% al 9% durante esos años. El nivel está ahora entre los más bajos de América Latina. El país se convirtió en la economía de mayor éxito en la región.
Chile ha avanzado mucho en dar la bienvenida a la inversión extranjera y la promulgación de los incentivos del gobierno para dar la bienvenida a los empresarios de todo el mundo.
Aquí llega Michelle Bachelet, la nueva presidente socialista de Chile, elegida en marzo de este año. Anteriormente había sido elegida presidente de Chile entre 2006 y 2010. En esta ocasión, la Presidenta Bachelet efectuando cambios aún más drásticos a nivel económico. Lo que muchos empresarios y algunos analistas dicen, es que deshará el “milagro chileno”. Ha puesto en marcha unas 70 reformas este año, que tendrán un impacto de largo alcance sobre algunos aspectos de la economía y la sociedad chilena. Ella promete una transformación profunda en el país.
La Presidenta Bachelet ha impuesto un aumento de $8 mil millones de dólares en solo impuestos. El dinero será utilizado para ayudar a deshacer los incentivos de mercado en la educación financiada por el Estado. Además, los estudiantes ya no podrán utilizar los vales para asistir a las escuelas. Hay un impulso para intentar lo mismo en el sistema de salud. Ella también quiere poner fin al sistema de jubilación privatizada, y retornar a un pago de sistema “pague mientras trabaja”. El Presidente ha declarado que su objetivo es equilibrar la prosperidad con la desigualdad que existe en el país. Chile tiene una de las tasas de desigualdad más altas en cuanto a ingresos más altas de América Latina.
El alejarse más del capitalismo y pasar a un mayor apoyo del Estado y la participación en la economía, se ha convertido en polémica en Chile y en otros lugares. Estas políticas contrastan con las políticas del anterior presidente, Sebastián Piñera. Como un hombre de negocios multimillonario, que en su mayoría defendió al sistema dinámico de libre mercado el cual Chile había seguido durante los últimos 30 años. Hay que señalar, no obstante, que se trataba del ex presidente que inició la subida de impuestos a las empresas a una tasa del 20%.
La presidenta Bachelet, que hasta el momento tiene la intención de que el país pague por muchas de las reformas propuestas, no ha tenido ningún aspecto negativo ni en contra del pueblo. Las tasas de impuestos corporativos en esencia han aumentado de 20% a 27%. Sin embargo, el código de impuestos está cambiando junto con las tasas más altas. Esto se traducirá en menores tasas de inversión y poca expansión de los negocios en muchos sectores de la economía.
La mayoría de los ciudadanos de Chile deberán apoyar la idea de gastar más en educación. Esto ayudará al país a hacer la transición final a un estatus de nación desarrollada. Una promesa de campaña, por ejemplo, fue la de proporcionar matrículas totalmente subvencionadas en los institutos de educación superior para alumnos de nuevo ingreso. Aunque la idea de la educación gratuita es popular en muchos círculos, la pregunta es ¿cómo se pagaría? El cómo se pueden financiar todas estas ideas de transformación se ha vuelto más problemático en los últimos meses.
El auge mundial de commodities ha terminado, al menos por ahora. El cobre, que comprende la mitad de todas las exportaciones chilenas, ha experimentado un descenso en el precio del 12%. Hace un año, la economía de Chile se expandía a una tasa anual del 5%. En el tercer trimestre del negocio de este año, el crecimiento se había reducido a sólo un 0,8%. La inversión en Chile también se ha reducido en un 10% este año, y sigue cayendo. La confianza empresarial está cayendo en picada. Esto no es una buena señal para la actividad económica futura.
Aumentos del salario mínimo ya han superado el crecimiento general de la productividad en los últimos años.
A medida que la economía empeora, se reduce el apoyo público para el presidente y sus políticas. Su nueva mayoría no se mantendrá unida si la economía sigue estancada. En junio, la Presidenta Bachelet tenía un índice de aprobación pública del 58%. En cuestión de unos meses, se ha caído a 42%. Bajo estas circunstancias, es probable que el descenso de la popularidad presidencial dé lugar a que muchas de sus reformas sean cortadas por el Congreso.
Aunque Chile ha recibido algunos golpes importantes este año, sigue siendo uno de los mejores lugares de América Latina para invertir. El ingreso fiscal general todavía representa menos del 20% del PIB. Los gastos del gobierno se mantienen por debajo del 25% del PIB. La deuda pública sigue siendo alrededor del 11% de la economía, pero en las actuales condiciones económicas, también podría aumentar. La inversión extranjera todavía es bienvenida y todavía hay un acceso eficaz a la financiación. Los aranceles se han mantenido bajos, a una tasa promedio del 4%. Chile, por ahora, todavía mantiene una buena calificación crediticia y suficientes reservas de divisas para equipararse con la crisis económica mundial. La Constitución de 1980 limita severamente la capacidad de los líderes políticos para alterar los fundamentos del modelo económico chileno. Son estas mismas limitaciones las que han permitido que la economía chilena crezca y prospere.
Como candidata, Bachelet quería modificar la Constitución de 1980. Incluso si eso significaba el uso de métodos, los cuales el propio documento prohíbe. Su propuesta, junto con la de sus asesores, era cambiar lo que consideraban como una constitución injusta. Su objetivo sería la creación de un nuevo Estado de Bienestar, que proporcionaría numerosos beneficios a la ciudadanía. Ella quería reemplazar el mercado como el principal motor del crecimiento económico, con industrialiazación liderada por el gobierno. Eso significaría el fin del capitalismo en Chile.
En las condiciones actuales, es cada vez más improbable que la Presidenta Bachelet sea capaz de lograr todas sus metas. Habrá también muchos chilenos que estarán temerosos de que el cambio radical deshará gran parte de la prosperidad que se ha disfrutado en los últimos décadas. Muchass de sus posiciones políticas se han probado en otros lugares, y en el propio Chile desde la década de 1940 hasta la década de 1970. Estos experimentos han fallado todos en gran medida. Ella encontrará cada vez más resistencia y reacción, en su intento de poner en práctica políticas que desmantelan el modelo económico chileno.
Fue una político moderada durante su primer mandato, y lo más probable es que se dará cuenta que volver al centro político conservará su poder y credibilidad durante los próximos años. Ella pudo haber hecho una campaña para transformar a Chile, pero los fantasmas del pasado han creado limitaciones propias sobre lo que el público va a tolerar.
Por: Jeffrey Hagenmeier / traducción: Tomas Eastman