Hay una tormenta financiera internacional que está cogiendo cada vez más fuerza; cuando llegue a tierra, derribará el ya inestable y extendido sistema bancario. El monto de la deuda internacional ha superado los $200 trillones de USD (dólar de los Estados Unidos) y está aumentando rápidamente.
En lugar de permitir que el último contagio mundial de 2008 y 2009, lograra cierta corrección en los mercados, los encargados de la formulación de políticas decidieron hacerlo de manera alternativa. Inundaron al mundo de liquidez y lo anterior no ha parado desde entonces.
Los gobiernos se han vuelto adictos a los déficit fiscales y a la deuda soberana, en una escala masiva. Adicionalmente, la política monetaria no solo está comprometida con limitar la deflación y el desempleo, sino que también está encargada de estimular el crecimiento. Ya no hay intentos de ser fiscalmente prudentes, ya que los gobiernos de todo el mundo siguen emitiendo deuda, con bonos, en enormes cantidades.
Dado que ya hay más deuda que inversores, los bancos centrales muchos países se están dedicando a comprar estos bonos. La monetización de la deuda es extremadamente peligrosa; pone en una cuerda floja al bienestar financiero de los mercados mundiales.
En un intento de estimular el crecimiento, estos mismos bancos centrales han reducido las tasas de interés a bajos históricos, los cuales son insostenibles. En muchos países, está en cero o por debajo. Este dinero barato desincentiva cualquier ahorro por parte de los individuos. Asimismo, se alienta cada vez más a que las pequeñas y grandes empresas tengan comportamiento sin mesura y los incita a tomar mucha más deuda de lo que fiscalmente se considera como “prudente”.
El mercado de consumo está cada vez tomando una mayor cantidad de deuda. Sólo en los Estados Unidos, los hogares y las tarjetas de crédito sumaron $306 billones de dólares estadounidenses en 2014, en obligaciones financieras. La deuda personal total en el país ha llegado a los $16.780 trillones de dólares.
Lo mismo ocurre en la mayoría de los países de Europa. Las tasas de interés siguen bajando, lo que anima a los consumidores a tomar cada vez más pesadas cargas de deuda. Será insostenible si las tasas de interés se reversan y empiezan a subir. Las 19 naciones que han adoptado el sistema monetario común ahora hacen parte de la creciente guerra de divisas. El BCE (Banco Central Europeo) ha comenzado la flexibilización cuantitativa (QE) con un plan para comprar 1,4 trillones de euros (US$1,27 trillones de dólares EE.UU.) de deuda pública a un ritmo de 60 millones de Euros al mes, por lo menos hasta el 2016 en Septiembre.
Incluso en el económicamente conservador Alemania, las tasas de interés a largo plazo han sido reducidas al 0,39 %. Estos niveles de deuda se hacen poco atractivos para los inversionistas, los cuales están en busca de una mayor tasa de rendimiento. Asimismo, se alienta a que se invierta todo en activos y acciones. Esto en sí mismo, crea otra burbuja en la economía.
No puede hacerse dinero con bonos gubernamentales más seguros. Hay tasas más elevadas de deuda soberana disponibles, por ejemplo, en Grecia. En 9,48 %, es de suponerse que habría un montón de interés por parte de los inversores, pero la tasa en este caso simplemente indica qué tan cerca está el país de un “default“.
En el resto de Europa, fuera de la zona del euro, las naciones tratan de mantener su competitividad con sus monedas nacionales. En Dinamarca, las tasas de los depósitos a la vista están en -0.35 %. La tasa de interés se ha reducido a tan solo 0,05 %. Suecia ha reducido las tasas de interés de 0% a -0,1 %. Ambas naciones han decidido seguir manteniendo una similar tasa de cambio con el Euro.
Algunos países de Europa ya han decidido que no vale la pena el esfuerzo. Suiza se ha divorciado con la tradicional paridad con el Euro y el franco suizo; ahora están dejando que se aprecie. Sin embargo, las tasas de interés “ares” siguen bajando a lo largo de la mayor parte del continente y la flexibilización cuantitativa de alguna forma sigue a buen ritmo.
China en los últimos tiempos cambió de rumbo y ahora está tratando de estimular la economía nacional. Una burbuja de crédito se había desarrollado en el mercado de bienes raíces. El gobierno de China está tratando de diseñar un aterrizaje suave para evitar un choque en este sector. La política consistía en apretar gradualmente a los mercados de crédito, mediante el aumento de las tasas de interés y hacer más difícil el pedir prestado dinero. El problema es que gran parte de la deuda en China está garantizada a través de la hipoteca y el valor contenido en los inmobiliarios chinos. Los precios en este sector vital están bajando más rápido de lo previsto.
La propiedad raíz china, la cual ha estado en auge en los últimos años, está ahora en un rápido declive. El descenso de precios de 0,3 % en el mes de diciembre del año pasado se está acelerando, con un 0,4 % de caída el pasado mes. Hay algunas zonas de China donde los precios han caído un 10% en el último año. Muchos expertos financieros en el pasado sugirieron que una corrección en el mercado sería económicamente necesario para China. Esto ya no es el caso. Los economistas en China, y en otros lugares, están asesorando al gobierno que hay una manera de reducir al mínimo los peligros que puedan venirse, por medio de una calibración de la política fiscal y monetaria.
Japón ha ido más lejos con la flexiblización cuantitativa. El BOJ (Banco de Japón) está comprando el equivalente a $108 billones de dólares de deuda al mes. Se estima que para el 2018, el BOJ sea propietario de más del 50% de toda la deuda pública del país. En ese punto se plantearán cuestiones respecto a la solvencia del país. La deuda gubernamental en Japón es de un enorme 175% por encima del Producto Interior Bruto (PIB) del país. Es, por mucho, el más alto en el mundo industrializado.
A pesar del esfuerzo monumental por parte del BOJ, la economía permanecerá sumergida en la deflación y con crecimiento que tiende a cero. ¿Por qué es este el caso? Los economistas pueden tener diferentes teorías, pero la realidad es: la infusión de liquidez no está funcionando. Sin embargo, está manteniendo a los bancos que son insolventes en un estado conocido como “bancos zombie”. Además, permite a los bancos más grandes el especular en los mercados, donde tienen retornos mayores.
Los créditos a las pequeñas empresas y las personas no son tan lucrativos en Japón. Las bajas tasas de interés históricas en este momento hacen que los préstamos a estos 2 sectores sea mucho menos atractivo. La falta de préstamos al sector privado se agrega a la deflación. Por lo tanto, en Japón, como en muchos otros países, QE está haciendo muy poco para aliviar la deflación y la falta de crecimiento de la economía.
El Reino Unido (UK) comenzó con su propia versión de QE; lo mismo que hicieron los Estados Unidos en 2009. Las tasas de interés se redujeron a un nivel, sin precedentes, de 0,5 % y la compra de activos comenzó. En 2 años unos 200 billones de libras (310 billones de dólares), se inyectaron a la economía británica. Terminó con el Banco de Inglaterra (BOE) teniendo el equivalente a 14% del PIB con nueva deuda. Cuando el crecimiento disminuyó en 2011, se decidió añadir 75 billones de libras más. Más tarde, otros 100 billones de libras esterlinas se añadieron, lo que eleva el total a 375 billones de dólares, lo cual es el equivalente a $581 billones de dólares.
Es cierto que la economía británica se mostró mejor en el año 2014 que las otras naciones avanzadas en el mundo, pero el crecimiento está desacelerando. La inflación está muy por debajo del objetivo del BOE del 2 %. De hecho, ahora está en 0,5 %. ¿Qué más se puede hacer? Una nueva devaluación de la libra esterlina británica parece ser el siguiente paso lógico en las mentes de los encargados de la formulación de políticas. El problema con esa decisión es que cualquier recorte de tasas de interés en el Reino Unido se iguala en otros lugares, ya que los bancos centrales a nivel mundial siguen con la devaluación. La guerra de monedas se intensificará.
Los planificadores económicos en todo el mundo se están desesperando cada vez más para mantener el crecimiento. Es evidente que muchas naciones en la actualidad están entrando en territorio inexplorado, en lo que concierne las bajas de las tasas de interés y la acumulación de deuda. La mayoría de las recientes acciones son claramente insostenibles, para cualquier longitud del tiempo. Cada ronda de recortes en las tasas de interés y más compras de activos por parte de los bancos centrales, es simplemente prolongar lo inevitable. Peor aún, esto hace que la próxima tormenta financiera, y el consiguiente desplome de los mercados, sea cada vez más grande en magnitud y alcance.
A pesar de que el desastre financiero de 2008 y 2009 fue una de las peores crisis desde la Segunda Guerra Mundial, las consecuencias y lecciones de este episodio, se han perdido en gran medida. El resultado de lo anterior fue la ausencia de un crecimiento económico sostenido.
La causa inmediata de este período, llamado en los Estados Unidos como “la gran recesión“, fue la implosión de las hipotecas. Su origen fue la deuda no garantizada, la cual fue vendida en paquetes como inversiones, que pasó a ser conocida más tarde como activos tóxicos. Los banqueros en todo el mundo, sin darse cuenta, pero en muchos casos a sabiendas, los vendieron a grupos cada vez más grandes de inversores.
La gran recesión y el consiguiente pánico financiero fueron claramente causados por demasiada deuda. Teniendo incluso mayor cantidad de deuda no va a solucionar el problema. El mundo está inundado de niveles de deuda y obligaciones fiscales insostenibles. La próxima crisis, cuando llegue, estará más allá de la capacidad de los actuales líderes de la banca y de la comunidad política de poder resolverlos. Las bases de una catástrofe financiera moderna ya han sido creadas. Ya no es una cuestión de si ocurrirá; es una cuestión de cuándo.
Publicado el 26 de Febrero Por: Jeffrey Hagenmeier / traducción: Tomas Eastman