El segundo plazo diplomático ya ha vencido y, una vez más, no hay un acuerdo. El gobierno de los Estados Unidos sigue insistiendo en que un acuerdo nuclear es posible, y parece desesperado por conseguir uno. Las naciones de Francia, Alemania, China, Rusia y el Reino Unido, junto con los Estados Unidos, están tratando de posponer lo que muchos analistas predicen que será inevitable: Irán se convertirá en la segunda potencia nuclear en la región, después de Israel. La única forma de prevenir un rompimiento nuclear iraní en este momento, es una declaración de guerra, o una invasión.
Las negociaciones se han estancado, y esto ha permitido un enriquecimiento de uranio, al ritmo de la eliminación de las sanciones impuestas previamente. Los iraníes están insistiendo en que todas las sanciones internacionales deben ser retiradas una vez que se llegue a un acuerdo.
Mientras que el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, está tratando de establecer límites específicos en el programa nuclear, él es consciente de que los iraníes no son su único oponente. Está tratando de evitar que el Congreso de los Estados Unidos corra a hacer nuevas sanciones contra el régimen, a menos que el país abandone sus ambiciones nucleares.
El callejón sin salida con Irán y el aumento de la violencia en el Oriente Medio hace que los inversionistas huyan de la región en números cada vez mayores. La incertidumbre y la inseguridad en la zona no se prestan para futura inversión. Esto agravará enormemente a la miseria de las naciones involucradas, llevará a una mayor inestabilidad, y esta generación de jóvenes crecerá en una sociedad cada vez más violenta, con pocas o ningunas oportunidades económicas. Dichas personas serán mucho más receptivas a los grupos extremistas, los cuales prometen una ruta diferente al desempleo y la desesperanza.
Mientras que Irán se sienta en la mesa de negociación, las guerras que están siendo financiadas por ellos se están esparciendo. El ejemplo más reciente es la actual guerra civil en Yemen. El movimiento Houthi, respaldo por el gobierno iraní, ha sido consolidado como el tomador del control sobre el país en los últimos 6 meses. Esto finalmente obligó a Arabia Saudita y a otros Estados del Golfo a comenzar una campaña aérea contra los insurgentes.
El apoyo iraní a Bashar Al-Assad en Siria sigue; el sinfín de la guerra civil no ofrece ninguna salida. Además del gobierno de Assad, hay los rebeldes de la oposición de distintas facciones, y por supuesto, ISIS (Estado islámico de Irak y Siria), quienes desean controlar una gran franja del país.
El continuo apoyo iraní a Hezbolá en Líbano también complica las cosas en la región. Mientras que el grupo terrorista reúne fuerzas para otro ataque en contra de Israel, la amenaza de una guerra en la región es una preocupación constante. Los iraníes apoyan también a Hamas, un grupo palestino empeñado con la destrucción de los israelíes.
Los iraníes continuarán prestando apoyo a las diversas facciones y grupos terroristas en toda la región, con la esperanza de fomentar la guerra civil y la revolución. Esto desestabiliza el orden actual, aún más para el beneficio de Irán, que se está convirtiendo en la nación más poderosa en el Oriente Medio.
El plazo final para un proyecto es el 30 de junio, pero todo se reduce a la voluntad de los iraníes a renunciar al poseer armas atómicas en un futuro cercano. El gobierno de Irán está plenamente consciente de que el Gobierno de Obama le encanta fijar plazos por razones internas, por lo que seguirá insistiendo en concesiones adicionales cuando se llegue a un plazo arbitrario. Al final, los estadounidenses se vieron obligados a abandonar la estrategia política de que el final de marzo sería un tiempo para un acuerdo preliminar.
Siempre va a ser difícil. Los Estados Unidos e Irán no tienen relaciones diplomáticas desde la fundación de la Revolución y la toma de los rehenes estadounidenses en 1979.
Los Estados Unidos, y el mundo, están exigiendo que los iraníes abandonen algo que mejorará, en gran medida, su poder y prestigio, no sólo en el Oriente Medio, sino también en el escenario mundial. La teocracia en Irán ha hecho un pacto con la gente en su propio país; se ha comprometido a tener un retorno a ser una vez más una gran potencia, lo cual se había logrado anteriormente en el pasado.
Por desgracia, para los Estados Unidos y otras potencias occidentales, la retórica no ha ablandado a Irán. Recientemente, el líder supremo de Irán Ali Khamenei, en el poder desde 1989, respondió a una multitud que gritaba, que por supuesto la “muerte a América” era la manera en la que se iban a hacer las políticas. Un general iraní hizo público este año que la existencia de Israel no era negociable. El país tendría que ser destruido en la primera oportunidad que tuvieran.
Este tipo de discurso rimbombante por parte de los iraníes hace de un acuerdo nuclear un asunto mucho más difícil para los negociadores occidentales, los cuales tienen que vender el acuerdo a sus propios grupos políticos. Por lo tanto, los diplomáticos enviados por la República Islámica de Irán se muestran reacios a firmar cualquier acuerdo que establezca detalles específicos sobre lo que debe entregarse o almacenarse, por lo menos por el momento. Tiene poco sentido económicamente el tener armas nucleares, pero es un asunto de soberanía y orgullo nacional.
Ali Khamenei ha insistido también en que algunas partes del programa nuclear de Irán no son negociables. Dos en particular: Irán debe ser autorizado para producir combustible nuclear 10 veces más de lo que se está produciendo hoy en día, y que las instalaciones nucleares no serán cerradas, sino que pueden ser transformadas por el momento.
Lo que añade a la dificultad de las negociaciones es que, incluso en los puntos que supuestamente fueron resueltos, los iraníes de repente cambiaron de rumbo una vez más. Un buen ejemplo de ello es el tema de mover las reservas de combustible nuclear a Rusia como medida temporal para que los iraníes no tuvieran que entregar esas pertenencias.
Para que los negociadores de los Estados Unidos tengan éxito, es necesario volver a casa con un acuerdo que compre tiempo ante una urgente amenaza nuclear. Por lo tanto, prevendría la posibilidad de una guerra entre los Estados Unidos e Irán. En el mejor de los casos, un acuerdo sólo impediría que Irán tenga suficiente combustible nuclear para producir una bomba en menos de un año. Es de esperarse que esto dé tiempo suficiente para una renovada presión diplomática, incluso más duras sanciones, o si es necesario, una coalición internacional para la guerra, si Irán rompe el protocolo.
Para que los iraníes se sientan exitosos, tienen que saber que seguirán contando con el derecho de desarrollar energía nuclear y, en última instancia, armas atómicas. Se trata de una cuestión de soberanía y tratan de no perder este enfrentamiento. Tampoco tienen la intención de permitir que los Estados Unidos de América y otras naciones vuelvan después con mayores exigencias. Dar respuesta a la presión exterior eventualmente socavará la legitimidad del actual gobierno de la República Islámica de Irán.
La complicación final será el verificar si se está cumpliendo el acuerdo, independiente de cual sea. La única forma de que el acuerdo tenga algún significado es si hay una manera de ver que los iraníes están cumpliendo con su parte del trato. La responsabilidad del asunto es probable que recaiga sobre la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). El director general de la agencia (Yukiya Amano) ya ha declarado que Irán no está proporcionando acceso o información pertinente sobre su programa nuclear. El cómo esto cambiará, una vez que se firme un acuerdo, es un tema que no puede ser ignorado. De lo contrario, las firmas en el documento se convierten en un simple un artefacto de la historia, y otro ejemplo de que la diplomacia, ha fallado.
Publicado el 02 de Abril Por: Jeffrey Hagenmeier / traducción: Tomas Eastman.